El
camino de Domino a Magix era de unas tres o cuatro horas, ya que
quedaba prácticamente al otro lado. Timmy hacía su mejor esfuerzo
tomando atajos y sorteando varios obstáculos, pero la diferencia era
tan sólo de minutos. Sin embargo las Winx platicaban y reían como
chiquillas, haciendo que sus hijos, aburridos de los juegos y la
televisión, rieran como nunca por las locuras que ellas decían.
Incluso los más reservados insinuarion una sonrisa cuando Stella
comenzó a hacer muecas y malabares imitando a su tía abuela.
-¿Recuerdan
– dijo Musa cuando por fin pudo recuperar el aliento – cuando
Kiko pudo hablar? Y soltó unas cuantas palabrotas – hizo una mueca
al recordar el arsenal de maldiciones que el pequeño animal había
soltado. Un grande y gordo conejo azulado las observaba desde un
cojín, el pequeño Kiko, quien se aparecía cuando se le daba la
gana.
-Oh,
yo recuerdo cuando Faragonda se convirtió en árbol – comentó
Stella. - ¡Fue realmente gracioso! Lástima que no tomé una foto.
Habría sido un genial recuerdo.
-¡Stella!
¡Ten mas respeto por los muertos! - exclamó Layla en tono furioso.
Hubo
un silencio general en la nave, tan doloroso e impregnado de
recuerdos que incluso la temperatura pareció descender. Las Winx
recordaron a Faragonda. Su maestra, su directora, aquella que les
había enseñado todo. Su amiga. Sin Faragonda, jamás habrían
llegado a donde estaban. Ella siempre había confiado en ellas, había
visto su propia luz mucho antes que ellas mismas. Para Bloom era
gracias a Faragonda que había logrado volver a ver a Domino,
convertirse en hada, incluso rescatar a sus padres. Ahora se había
ido. Iman, su sobrina, había tomado su lugar. Pero no estaba a la
altura. Nadie lo estaría jamás.
-Bueno
– murmuró Flora, incómoda. Ella siempre había detestado la
muerte. La leucemia de Miele había sido como un infierno para ella,
Bloom sentía escalofríos al recordarlo. - Creo que fue gracioso
cuando Stella le dijo a Roxy que ella jamás podría ser un hada y
Roxy lo pronunció en su discurso cuando obtuvo el Enchantix.
Stella
se sonrojó violentamente, y estaba a punto de protestar cuando Tecna
la interrumpió.
-O
cuando quemaste mi cabello intentando rizarlo.
-¡Y
aquella vez que quemó toda nuestra ropa para que la acompañáramos
de compras! - intervino Bloom.
-Incluso
las reinas cometen errores – replicó Stella, muy digna.
Bloom
recargó la cabeza en el asiento, sonriendo como si alguien le
estirara la comisura de los labios, estallando en carcajadas cada
cinco segundos. Cada una tenia una cualidad que hacia el grupo mejor,
eran como un rompecabezas que no estaba completo si había una pieza
faltante o mal puesta. Los años de su amistad se habían escapado
como el viento. Un día iban a Alfea, preocupándose por aprobar
Pociones, y al siguiente tenían un mundo que cuidar, esposo e hijos.
Bloom pensó en Roxy casi enseguida. Jamás había hablado de novios,
excepto de Manuel, aquel estúpido especialista que le había roto el
corazón. Y de qué manera. Bloom entendía que Roxy no quisiera
tener nada que ver con chicos. Además, aún era demasiado joven. Y
buena. Y hermosa. Encontraría a alguien.
La
graduación se celebraba en una playa de Magix. Hicieron una parada
en Alfea para descansar y contemplar como estaba su antigua escuela,
después de tantos años. Ninguna lo dijo, pero todas sintieron un
extraño ataque de nostalgia melodramática. La escuela lucía
exactamente igual, sólo que vacía; todas las hadas estaban en la
graduación.
-¿Saben?
Estoy cansada – informó Tecna sobándose la sien con la yema de
los dedos. - Ya sé que no se puede hacer así como así y nos toma
mucha energía y todo, pero... Deberíamos teletransportarnos.
Pese
a que sabían que usar tanta energía – llevarían a los niños, a
sus esposos y a ellas mismas, no era fácil – era peligroso, todas
estuvieron de acuerdo. La gran comitiva hizo un círculo, y justo
cuando estaban por teletransportarse, Stella empezó a chillar.
-¡¡Alto!!
¡¡Nadie se mueva!!
-¡Stella!
- Musa protestó, fastidiada. - Yo tengo tu bolso.
-¡¡No!!
- exclamó la rubia dando un pisotón. - ¡Miren nuestra ropa! -
señaló las vestimentas civiles de todos, incluidos los hombres y
chicos. Bloom tuvo que admitir que tenía razón. Era poco elegante.
- ¡No podemos llegar así! Es hora de... ¡un cambio de look!
Chasqueó
los dedos y unos lazos brillantes y transparentes envolvían a todos.
Un cosquilleo recorrió a Bloom mientras sentía la nueva tela
posarse sobre su piel. Siempre había envidiado esa mágica habilidad
de Stella, amaba cómo ella podía diseñar todo un nuevo atuendo en
cuestión de segundos.
Cuando
miraron a su regazo y a su alrededor, las Winx soltaron exclamaciones
de admiración y elogios para Stella, quien además de vestirlas
había hecho el esfuerzo de teletransportarlos a todos al lugar de la
celebración. Traían vestidos vaporosos, cortos y cómodos de
distintos cuellos y colores. Bloom podía sentir el traje de baño
justo debajo del ligero vestido. Sonrió al subir las manos a su
cabello y palpar el recogido veraniego hecho por la magia de su mejor
amiga. Todas se veían distintas, incluso Daphne lucía atractiva con
el holgado camisón blanco. O al menos eso creía Bloom; Thoren,
quien besaba a su hermana, le tapaba un poco la vista.
Los
chicos usaban camisas y pantalones cortos, y sus hijos e hijas
también usaban ropas cómodas. Un par de bolsas con refresco,
bloqueador, toallas, botanas y todo lo necesario para pasarla bomba
se materializaron frente a ellas.
Bueno,
allá vamos, pensó Bloom
sonriendo.
Entonces,
tan seguras y elegantes como siempre, el Winx Club, con sus
acompañantes, llegaron a la Playa del Sol, un bello castillo junto
al mar, donde era la fiesta. La brisa soplaba fresca y relajante, y
la música fuerte aún no comenzaba. Entre saludo y saludo, por fin
llegaron hacia la razón principal de su asistencia a la graduación.
Roxy
caminó hacia ellas con paso algo saltarín y vacilante. Estaba
mojada de pies a cabeza, su cabello rosa mexicano parecía de un rojo
llamativo. Traía puesto un bikini violeta sobre su pálida piel que
dejaba vislumbrar su espectacular figura. Timmy enrojeció y Tecna le
echó una mirada, rabiosa.
-¡Hey!-
saludó mientras abrazaba a todas. Le hizo un gesto a los pequeños y
de forma no tan femenina, chocó los puños con los jóvenes. -¿Cómo
han estado? ¡Las he extrañado tanto!
Transcurrieron
unos minutos de alegre conversación. Roxy era la clase de chica con
la que podías dejar de verte por cinco años y aún así, al
reencontrarse, sería como si nada hubiera cambiado. Ella tenía unos
modos fáciles y relajados, y le gustaba reírse de todo.
De
pronto, Roxy se dio la vuelta y comenzó a chillarle algo a una rubia
que... golpeaba a alguien con una olla en la cabeza. Todos dieron un
respingo y se pusieron tensos cuando la rubia se les acercó, aún
con la olla en la mano.
-Ehm...
Ella es... Athena.
Roxy
sonrió como si de ese modo pudiera borrar la expresión amargada de
la otra. Su vestido – rosa, de volantes – parecía desentonar con
sus ojos oscuros y sus tatuajes. Era guapa, pero parecía mirar todo
como si planeara su destrucción. Les hizo un gesto seco con la
cabeza – que ellos correspondieron a medias -, y se llevó a Roxy
por el codo.
-¡¡Nos
vemos luego!! - vociferó la muchacha sacudiendo la mano.
Bloom
no pudo explicar como, pero a lo largo de toda la fiesta, a pesar de
que Roxy y Athena pasaban todo su tiempo juntas discutiendo y
peleando – o sea, literalmente peleando,
a golpes y todo - sintió una energía muy poderosa alrededor
de ellas. Era difícil de explicar. Era como un aura luminosa y
electrizante que tenía un efecto revitalizador en lo que las
rodeaba. Le dio alegría ver a ese par de amigas, y le recordó a
Stella. Ella siempre habia apoyado a Bloom. La había aconsejado,
alegrado y acompañado. Sin duda era una mejor amiga ejemplar.
Durante
la ceremonia, Roxy, Athena, y otra docena de muchachas pasaron al
frente y cada una leyó una parte del discurso. Stella alegaba que
estaba a punto de entrar en estado de hibernación, pero Bloom
escuchaba atenta y conmovida. Ella recordaba lo que se sentía estar
en esa tarima, el orgullo de haber servido a una causa mayor.
Cuando
el discurso acabó, Bloom se acercó a hablar con Roxy. La encontró
charlando animadamente con un chico alto y delgado de pelo negro y
penetrantes ojos azules. Bloom aminoró el paso, tratando de captar
algo de aquella interesante conversación.
-Estuviste...
-dijo el chico dejando la frase en el aire.
-Gracias
– respondió Roxy, pero en su voz había un tono herido.
-¿Por
qué nunca me dejas terminar lo que quiero decirte?
-Si
acabaras las frases no te interrumpiría.
-Pero
lo haces – insistió el chico. - Cada vez que estoy a punto de
decirte lo preciosa que te ves, o lo graciosa que eres, o... - dejó
de hablar, se dio la vuelta y comenzó a andar. - Olvídalo, no
importa.
Roxy
dio un gruñido de furia, y fue entonces cuando vio a Bloom. Caminó
hacia ella sonriendo. Fue entonces cuando Bloom se dio cuenta de que
aquella sonrisa no siempre reflejaba la felicidad de su dueña.
-¿Quién
era ese chico? - preguntó dándole un codazo cariñoso.
-Ah,
él. Se llama Alec.
-¿Y...
quién es?
-Un
imbécil – contestó Roxy haciendo una mueca.
-¿A
qué te refieres? - preguntó Bloom, pensando en como hacía un par
de horas había supuesto que Roxy no tenía a nadie.
-Me
refiero a que es incapaz de tomar una decisión.
Bloom
dejó de intentar averiguar. Ya lo sabría a su tiempo. Dejó a Roxy
ahí, y se dispuso a observar la competencia de poderes.
La
competencia fue magnífica, cautivante. Mágica, pensaba Bloom con
ironía. Las hadas se movían con gracia y ligereza, y sus ataques
eran apenas unas pocas chispas. Las Winx habrían esperado ver a
Athena y a Roxy, pero de repente habían desaparecido sin despedirse.
-Un
gesto grosero – afirmó Layla, quien nunca se había llevado muy
bien con Roxy.
Bloom
miró a su alrededor. En realidad, le parecía que habían menos
chicos, como si se hubieran preparado para irse simultáneamente. Se
encogió de hombros. Aún había mucha gente, y la noche era joven.
Además, la parte más esperada estaba por comenzar.
La
fiesta.
Todos
avanzaron automáticamente a la pista de baile. El disc jockey era
un amateur, y no sabía bien como aumentar el ritmo. Por suerte, Musa
tomó el control y la música vibrante, chispeante, fue difícil de
ignorar. Los cuerpos se movían como resortes, el sudor y la agilidad
inundaban el aire.
Un
rato después, Musa dio play a
una lista de reproducción, y la musica se volvió mas lenta y
romántica. Las parejas se acercaron tímidamente a la pista, tomadas
de las manos.
Bloom
y Sky no lo dudaron, ambos entraron a la pista y comenzaron a bailar
al ritmo de la musica, mientras Fara los observaba, sentada y feliz.
Bloom vio a las parejitas jóvenes, inexpertas y algo torpes, con
todo un mundo por descubrir, y pensó que, hasta hace poco, ella y
Sky eran así. Las Winx y sus chicos los imitaron y entraron a la
pista también.
Bloom
era tan feliz con Sky. Estaba completa. Recordaba los viejos
tiempos como si hubieran sido ayer. Todas las pruebas que habían
pasado, y como ambos habían madurado poco a poco. Y ahora, a pesar
de que ambos eran reyes, de todas las responsabilidades que los
abrumaban, su amor seguía creciendo. Y como le dijo Sky el día de
la boda, en el balcón - “Y continuará hasta el fin de la
eternidad. No importa lo que pase, nada ni nadie romperá mi amor por
ti. Yo no existiré, tú no existirás. Se derrumbará la tierra y se
acabará el mundo. Pero si algo he aprendido a tu lado, Bloom, es que
el amor no tiene límites. No tiene principio ni fin.”
Como
si un relámpago la atravesara, Bloom comenzó a temblar y se
estremeció. Justo como cuando le pasaba antes de una visión. "Oh,
no" pensó. "Por favor, ahora no".
Pero las piernas le temblaban y se sentía mareada y débil. Ésta
visión era mas fuerte que nunca. Ahora veía claramente a Icy frente
a ella, pisando los cadáveres de su familia... Trató de resistir,
de pelear, pero esta vez no aguantó.
Se
desvaneció como si le hubieran arrebatado el alma.
2 comentarios:
Genial!
Pobre Bloom, Muy interesante tu nove!
FloraFlower
Gracias!
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