Sólo para
aclarar, han pasado seis años desde que vencieron a Trittanus. Me equivoqué.
Las Winx son de 26 y Tecna 27, Macy 17 ¿ok? Lamento mi estupidez, me acabo de
dar cuenta. También, este capítulo no está recomendado para niños menores de 11.
Haré un resumen pronto, así que está bien si no lo leen, explicaré lo ocurrido.
(Escuchar Mientras Leen)
Ella está en la noche, pálida y blanca, sin rumbo alguno, y sus ojos tan
vacíos.
Ella solo se queda ahí, viendo algo en la lejanía, su mente perdida, sus
manos tan frías.
La gente que pasa, le echa rápidas miradas;
hay dudas y preguntas, pero continúan su camino.
Si tan solo quisieran ayudarla, a hacerle saber que aún existe el día,
quizá ella sea diferente, quizá alguien pueda ver su sonrisa.
Nadie le habla ni la mira, pues parece una estatua,
“¿Qué estará viendo?” uno se pregunta “¿Qué está pensando?”, pero no hay
respuesta.
“No tiene voz” dicen ellos “De
seguro es sólo piedra” siguen pensando,
pero nadie se preocupa, por saber lo que en verdad está pasando.
En su mente ella recuerda, su propia sonrisa y antigua alegría,
su familia y su hermana, sus amigos y sus risas;
en el pasado fue imprudente, de cabello rojo y valiente,
pero ahora era callada, su pelo blanco por la nieve, poco a poco,
olvidada.
Ella mira su pasado, sus locuras, travesuras;
ella piensa en sus problemas, los sermones, y las cenas,
su vida antes era alegre, como un cuento o fantasía
terminó en algo inesperado, con días nublados y un corazón perturbado.
Se había alejado, en un intento de olvidarlo todo,
pero solo consiguió empeorarlo, despertando con gritos.
Había caminado, hasta que sus piernas le ardieron,
se paró cerca de un árbol, y quedó ahí, pensando.
Pasó un año, muchos años, y ella hasta ahora no se movía,
“¿Qué le pasó?” la gente preguntaba, “¿Qué ha sufrido?"
no había respuesta a sus preguntas, sólo una mujer que miraba el cielo.
El invierno pronto llegó al mundo, el árbol fue finalmente decorado,
y ella seguía tiesa como una piedra, sin mover un músculo, sin decir
nada.
Fue veinticuatro del último mes, y la gente celebraba,
se agrupaba y cantaba, junto al árbol, junto a ella.
En aquel pasado que veía, vio las
luces y la alegría
los regalos y los abrazos, el llanto y las canciones,
una sola lágrima rodó por su mejilla en ese entonces
“Soy la niña” dijo ella “que huyó días ante de la Navidad”
sus únicas palabras fueron aquellas, y de ahí no habló nunca más.
Así decía
el triste poema que se encontraba escrito en aquel libro viejo y muchas veces
leído. Daphne lo leyó detenidamente, examinando cada frase o palabra. Algo le
decía que aquel poema estaba basado en lo que ahora su hermana menor sufría.
Era totalmente exacto. Ella sabía que Bloom se había ido a Gardenia (ese era el
lugar al que siempre “huía” cuando estaba perturbada, así que lo adivinó
facilmente sin que su madre le dijera) días atrás, y entendía por qué: ella
misma hubiera hecho lo mismo, pero por alguna razón aún no se decidía o
simplemente no estaba lista o no quería. ¿Pero cómo podía estar segura de que
habían usado a Bloom como modelo para el poema? ¿Cómo pudieron haberse enterado
de lo que había pasado? Y además, ¿era este el futuro o el pasado?
Se dio cuenta de que ese no era el único
escrito en el libro, habían muchos más: era un libro de muchos, muchos poemas.
Daphne les echó una rápida ojeada. Todos eran tristes y románticos, pero no
podía adivinar quién era el autor. Agachándose de nuevo, dejó el libro guinda
sobre el suelo. Prefirió ejarlo donde lo había encontrado. Después de eso se
dirigió a la entrada del salón de baile vacío y la abrió. Y sin vacilar, la
cruzó.
Y se encontró de vuelta en la triste y cruel
realidad.
Hoy era el
veinticuatro de Diciembre, la víspera de Navidad. La tienda de Love & Pet
había estado cerrada desde las cuatro de la tarde, y el lugar estaba vacío;
sólo Bloom quedaba, que estaba reuniendo todos los regalos que había comprado
apuradamente en pocos días y con poco dinero. No estaba segura de que había
comprado el regalo correcto para cada familiar de sus padres adoptivos, pero
ahora no le importaba tanto como antes. Era Navidad después de todo, y ellos
tenían que aceptar el regalo, les guste o no, y luego botarlo o regalarlo a
otro sin que nadie se entere si no les gustó.
Eran unas veinte cosas en total las que
había comprado, y le fue difícil a la pelirroja traelos todos al primer piso.
Por supuesto, las mascotas voladoras (o las que estaban despiertas) la ayudaron
en el proceso, pero algunos regalos eran demasiado pesados y las criaturas
mágicas cayeron al suelo con la bolsa en sus pequeñas manos.
Era cerca de las nueve cuando Bloom dejó la
tienda y a sus pequeños amigos en su motocicleta (Vanessa había comprado una en
su ausencia y se la había prestado), y se dirigió a la casa de sus padres adoptivos.
Le tomó unos veinte minutos llegar a su destino. Tocó la puerta, y saludó a
Mike y Vanessa afectuosamente con fuertes abrazos y ellos la ayudaron a llegar
los regalos dentro de la casa. La mayoría de los parientes ya estaba ahí, y
todos recordaban a Bloom. Tíos, tías, primos, primas, sobrinas y sobrinas;
todos ellos no eran de su misma sangre, pero aún así los quería como si fuera
su propia familia.
Estuvieron un tiempo charlando, y a las
diez, la comida fue servida. Había panetón, pandoro, panforte, vino Prosecco,
struffoli y pastiera: todo fue comida italiana. Bloom comió hasta que estuvo
llena, y luego vino la entrega de regalos, que se encontraban acumulados junto
al árbol, decorado con luces azules rojas y verdes. Todos estuvieron complacidos
con los que les fue regalado, incluso los más pequeño, que nunca les gustaba
que les regalasen ropa, sino juguetes. Bloom recibió un bonito suéter, una
Tablet, unos aretes, sus libros favoritos, un CD de música clásica (lo amaba
pero muy pocos lo sabían) y una cosa en especial que la dejó muda: un collar.
Pero no era cualquier collar, era uno
plateado, que parecía que brillaba. Era casi idéntico al que Daphne le había
dado, y buscó en su bolsillo para asegurarse de que no lo había perdido por
casualidad y había acabado como un regalo. Lo tenía aún.
-¿Dónde compraste esto? –preguntó Bloom a su
madre, con el collar en sus manos. Era obvio por su tono que no estaba
totalmente feliz.
- Hay una tienda de joyería cerca de por
aquí. Hay muchos de ese collar que tienes, ¿por qué? –respondió la otra.
Una sospecha despertó en Bloom. Recordó que
ella y Daphne habían ido una vez a Gardenia y habían comprado en muchas de las
tiendas. No recordaba haber ido a una joyería, aunque en un momento ambas se
separaron, porque una de ellas dijo que iban a conocer más si iban por su
cuenta. Tal vez su hermana lo compró ahí sin que ella se enterara, y lo había
tenido cosnigo hasta ahora y por todas aquellas ilusiones y problemas, se lo
dio mientras estaba un poco... Como decir, fuera de este mundo.
-Puede ser –pensó viendo el collar una vez
más-. Puede que eso pasó y Daphne inventó todo los poderes que esta cosa tiene.
Tal vez estaba imaginando cosa. Tal vez no es nada. ¡Me he preocupado por algo
que no era real!
-Bloom...
El hada sacuidó la cabeza. –Sí –dijo, como
saliendo de un sueño-. Sí, sólo quería saber en dónde lo compraste. Es muy
bonito –sonrió, y la entrega de regalos continuó, y cuando terminó, todos
comieron y conversaron otra vez. A Bloom le gustaba aquel ambiente: era alegre.
Se alegró también de haber decidido pasar la Navidad con su familia adoptiva;
sentía que allí la aceptaban y podía olvidar los problemas de hace días.
Era cerca de las once y diez, cuando se oyó
el tiembre sonar. Antes de que Mike pudiera siquiera pararse, Bloom corrió a la
puerta y la abrió.
-Buenas
noches, ¿en qué lo puedo ayudar? –dijo amablemente con una sonrisa. Pero luego
dio un grito ahogado-. ¿Michelle?
Precisamente, la que estaba esperando junto
a la puerta no era nadie más que Michelle. Tenía en la mano un paraguas
negro, y este estaba cubierto con nieve.
Llevaba un polo blanco con mangas largas, que llegaban a cubrir sus nudillos y
sobre el ella tenía un vestido rojo con líneas y volados negros, y unos botones
con forma de corazones plateados sobre su pecho. Tenía una gran casaca de color
café que le llegaban a las rodillas abierta. Su cabello estaba formado en dos
coletas, y para amarrarlas haba usado enormes listones casi marrones. Pero lo
que más destacaba de todo esto, era el ojo morado en su rostro.
-Hola... –murmuró con voz temblorosa-. Soy
una cobarde, ¿sabe? Yo no pude... Golpearla de vuelta y salí corriendo de la
casa...
-¿Quién te golpeó? –le interrumpió Bloom
bruscamente. Michelle la miró a los ojos.
-¿Usted quién cree?
Bloom volvio al interior de la casa y dijo
una rápida excusa diciendo: “Lo lamento, ha surgido un problema con la tienda.
Me tengo que ir” y agarrando las llaves de su moto y su abrigo, salió y se
encontró con la niña amoretonada rapidamente.
-¿Dónde vive Mitzi?
Mientras
tanto en Domino, una gran fiesta se llevaba a cabo. La gente comía, conversaba
e incluso danzaba sin ninguna música. De todas las Winx, sólo Flora (con su
hermana Miele, ahora con catorce años, a punto de tener quince), Musa y Tecna
vinieron, ya que las demás eran princesas de sus propios reinos y en esos
momentos tenían también fiestas. Hace ya unos cuantos minutos habían entregado
los regalos a todos los invitados, que eran entregados al azar, ya que nadie
era capaz de saber los gustos de todos. Daphne, para su sorpresa, recibió un
gran libro que contenía pequeños poemas. Pensó en leerlo otro día.
A pesar de que la gente reía, la ninfa no
podía evitar sentirse solitaria. Todo se sentía como si no fuera nada más que
un sueño, como aquel con la reina y el soldado. Ella quería vivir la feliz
realidad, pero aún si lo hiciera, sentiría que era una fantasía creada para
satisfacerla. Nunca sería capaz de creer que lo que sus propios ojos veían era
real y completamente cierto. Sólo neceistaba el espíritu optimista de su
hermana para sonreír, pero ella no estaba ahí; estaba en Gardenia, de seguro
disfrutando la Navidad diez veces mejor que ella.
Daphne quería traerla de vuelta, pero eso
sólo empeoraría la hermandad entre ellas: Bloom se molestaría con la ninfa por
haberla llevado de vuelta a todos aquellos problemas, cuando bien podía haber
vivido unos cuántos días más en paz, sin nada que interrumpiera su felicidad.
Por suspuesto que volvería huir, y
Daphne estaría ahí para traerla de vuelta, y otra, y otra y otra vez.
Estaba tan centrada en sus pensamientos,
recargada contra la pared, que no se dio cuenta de que un hombre esperaba que
volviera a la realidad.
-Daphne.
-¿Qué? -preguntó ella bruscamente alzando
los ojos.
-¿Estás bien?
-No me hagas esa pregunta. Es muy cliché. ¿Y
luego qué? ¿Voy a acabar llorando mientras tú me consolas?
-Bueno, no, pero la Daphne que yo conozco
nunca me respondería así.
Esto enojó a Daphne, y ella dio un paso
adelante hasta estar lo suficientemente cerca de él como para empujarlo. –Todos
fuimos obligados a crecer. Tú nunca me conociste. ¡Y el Thoren que yo creí
conocer nunca me abandonaría!
-¿Dices que fui yo el que te hizo eso?
–replicó Thoren pero su expresión de pronto se dulcificó-. Daphne –dijo bajando
la voz-, yo no quiero pelear como antes –él agarró su mano, pero ella la quitó.
-Ya no te creo. Me haces volver y luego
volvemos a pelearnos otra vez. Le puse fin a todo eso, ¡no lo vuelvas a
empezar! –dijo la última oración casi en un grito, lo suficientemente alto para
que su exnovio entendiera cuán molesta estaba de todo aquel asunto y lo
suficientemente bajo para que no se escuchara su voz a lo largo del salón. Una
parte de su mente dijo “Bueno, y además que tu eres veinte años mayor que él,
no iba a funcionar hicieras lo que hicieras” pero la ignoró.
-Yo creí que me amabas –dijo él simplemente.
-Pues ahora ya no –Daphne respondió con
sorna. Antes de que Thoren pudiera decir alguna otra palabra para convencerla
de volver con él, ella volteó y fue al balcón para leer algún poema, ya que
consuelo era lo que ahora necesitaba.
Juntas,
Bloom y Michelle se habían dirigido a la casa de Mitzi, donde la niña había ido
para celebrar la nochebuena con su amiga Macy. A lo largo del camino, ella le
contó al hada que era lo que había ocurrido para que ella acabara con un ojo
morado.
Como agradecimiento por todas las veces que Macy
la había ayudado y consolado cuando ella era molestada en la escuela, Michelle
le había regalado una flor, una azalea, como regalo de Navidad. Mitzi le había
dicho antes que no quería ver flores de aquel tipo en su casa, pero como la
niña amaba la jardinería (era algo de la familia) no pudo contenerse y la trajo
de todas maneras, pero por supuesto, se la regaló en privado. Pero Mitzi,
siendo la malvada hermana que era, le preguntó a Macy qué le había regalado esa
“chica que se pinta el cabello” y le quitó la flor de sus manos.
-Y luego, bueno, usted sabe cómo terminó
todo este asunto... –murmuró la chica por lo bajo, tocándose el moretón con sus
manos.
-Pero, ¿por qué rayos Mitzi es así? –dijo
Bloom-. No recuerdo que odiara las flores tanto, no tiene sentido que te
golpeara.
-Eso mismo pensé yo, y he visto como
golpeaba también a Macy otras veces –dijo Michelle-. Esta mal de la cabeza, se
lo aseguro. Tampoco le gusta el rosado, o las pelirrojas, ¡o las rubias! ¿Es
eso alguna trauma?
-No –respondió Bloom en tono pensativo-. No,
no lo es.
-De todas maneras, ¿qué clase de trauma
puede hacer que odies el rosa, o a las pelirrojas? (ahora que lo pienso, creo
que ya sé porque) ¿Y por qué rubias?
-No sé la respuesta, pero creo que se las
sacaré en cuanto lleguemos a su casa.
-Sí –coroborró la niña y se aferró más a
Bloom. Miró las calles, buscando con la mirada el hogar de Mitzi -¡Espera,
Bloom, esa es! –gritó señalándola con el dedo. Casi se caía de la motocicleta.
Bloom paró y ambas se quitaron los cascos y caminaron hasta la puerta. Podían
ver que las luces estaban prendidas, lo que significaba que había alguien
dentro.
-¿Dices que sus padres están trabajando aún?
–preguntó Bloom antes de tocar el timbre. Michelle asintió con la cabeza. Sólo
entonces tocó el interruptor.
-Espero que Macy abra –se dijo Michelle a sí
misma, mientras juguetoneaba con los dedos de sus manos nerviosamente.
Después de algunos segundos, una chica abrió
la puerta. Su cabello oscuro estaba despeinado, y una línea roja que iba desde
su nariz hasta su mejilla decoraba su rostro pálido. Una de sus manos estaba
con una cortadura profunda, y sus ojos estaban llenos de miedo y terror. Le
tomó un largo rato a Michelle reconocerla.
-¿Ma... Cy? –murmuró ella, un escalofrío
recorriendo su espalda-. Pero.. ¿Pero qué...? –la mirada aterrorizada de su
amiga la obligó a caer en el silencio.
-No entres –dijo Macy tan bajo que apenas
pudo escuchar su propia voz. Estaba temblando-. No entres, por favor.
-Lo siento, pero voy a entrar –interrumpió
Bloom, empujando a Macy mientras ingresaba en la casa. La vista de aquel lugar
lugar la dejó desconcertada.
Estaba en el comedor, pero no parecía serlo.
Los platos estaban rotos en el suelo, montones de vidrios esparcidos en todas
partes; si uno no tenía cuidado podría hacerse una cortadura facilmente. Las
silla estaban volteadas, el jarrón roto y las flores artificiales también.
Parecía que las paredes e incluso todos los muebles habían sido acuchillados o
alguien había intentado romperlos en un intento desesperado. Y no sólo el comedor estaba en aquel estado,
sino también la sala, la cocina... Todas las habitaciones. Destruidas.
-¿Pero qué pasó aquí? –dijo Bloom en voz
alta, mientras Michelle llegaba detrás de ella, quedándose ella también muda.
Macy contenía el llanto.
-Macy, ¿asaltaron tu casa? –preguntó la
amiga de la pobre chica y agarró su mano, viendo la herida-. ¿Te cortaron a ti
también?
-No es tema de risa, ¡ella está loca! –gritó
la otra-. ¡Tonta! ¡Lárgate de aquí antes de que venga!
-¿Quién? ¿Mitzi? ¿Hablas en serio? Entiendo
que ella es la peor hermana del mundo pero... ¡Pero sólo mira esto! –Michelle
alzó los brazos, refiriéndose al comedor destruido-. ¡Ni que ella hubiera hecho
todo esto, no es capaz!
-Pues entérate, si puede. ¡Mira mi maldita
mano y mi rostro! Trato de pararla y evitar de que se mate, ¡y me hace esto!
-Espera, ¿qué? –dijo Bloom, que estaba
examinando los objetos rotos de la habitación.
-Me oíste. Empezó a gritar y a llorar, y
luego agarró el cuchillo y apuntó a su cuello. La traté de parar, luego
acuchilló todo, ¡todo! Luego se fue a su cuarto, no sé que estará haciendo allí
adentro.
Apenas oyó esto, el hada corrió y fue al
segundo piso del edificio. Encontró una puerta en el corredor, que estaba
acuchillada; de seguro Mitzi olvidó que existía una perilla. La puerta estaba
cerrada, así que Bloom trató de derribarla con el peso de su cuerpo y lo logró.
Cuando entró, se dio cuenta de que el cuarto estaba completamente oscuro, a
exepción de la luz de una lámpara puesta cerca de una cama. Y cerca de la cama
había una mujer.
-¿Mitzi?
La mencionada volteó, y Bloom pudo ver su
rostro pálido, muchas veces más pálido que el de su pequeña hermana. Sus ojos
se veían tan vacíos, tan llenos de miedo, horrorizados, como si hubiera visto
cosas inimaginables y horrendas, que nunca sería capaz de olvidar. La peliroja
también vio las heridas de sus manos, sus brazos, su rostro. El cuchillo de
cocina descansaba en el piso, al alcance de su mano. ¿Qué era lo que se había
hecho?
-Puedo oír voces –susurró Mitzi lentamente
con una voz temblorosa-. Me siguen diciendo cosas... Cosas horribles.
-¿Qué cosas? ¿Qué clase de voces? –dijo
Bloom severamente.
-De ti... De tu hermana, de la... Flor.
La habitación quedó silenciosa por unos
instantes, cuando de repente Mitzi jadeó y rodeó su estómago con uno de sus
brazos, como si sintiera un gran dolor. Empezó a hiperventilarse y sus manos se
volvieron puños. Entonces empezó a gritar de forma incontrolable.
Bloom no sabía qué le estaba pasando a su
rival, y sólo espero a ver qué rumbo tomaban las cosas. Mitzi empezó también a
reír, su risa volviéndose cada vez más y más ruidosa y algo maniáca, pero no
dejaba de gritar. La mano empezó a buscar el cuchillo desesperadamente.
-Sí –decía con una voz lúgubre que no era
ella- Sí, así es. Si crees que eres capaz de huir, estás equivocada. Estás en
mi poder ahora, puedo hacer lo que sea contigo: eres mía. Pero tú no eres de
mucha utilidad como yo creí, eres inútil y aún así crees que eres la más
querida. Eres un estorbo para este pequeño mundo, y nadie necesita a gente como
tú. Creo que lo mejor sería desacerme de ti... De una buena, buena vez.
Pero Bloom reaccionó justo a tiempo.
-¡No! ¡Espera! –gritó y agarró el brazo de
ella con fuerza, evitando que se hiriera más de lo que ya estaba. Apretó su
mano, causando que Mitzi soltara el arma, pero Bloom se hizo una herida en el
proceso.
-¡Idiota! ¿Qué es lo que estás haciendo?
–vociferó la terrible voz que hablaba a través de Mitzi-. ¡Dame esa cosa!
-A pesar de que yo te odio, Mitzi, nunca
dejaría que te mataras de aquella manera –le dijo Bloom-. No es algo justo. No
puedes destruir tu casa y herir a tu hermana (que deberías querer, pero no lo
haces) y hacerte esto.
-Oh, ya veo –rió la otra-. Quieres ser la
que termine con ella. Muy bien, te concedo tu deseo. Estoy esperando.
Aunque cada parte de Bloom le decía que no
le hiciera caso a esta Mitzi, ella vaciló. Recordó todas las veces que aquella
niña egoísta se burló de ella, antes y después de que descubrió que era un
hada. Había sido tan cruel, había hecho su vida imposible por un largo tiempo.
Y aún hasta ahora aprovechaba cada oportunidad para molestarla, pues la
envidiaba. Ahora tenía la decisión en sus manos, y sería por primera vez
responsable de la muerte de alguien, algo que la atormentaría durante toda su
vida. Pero iba a valer la pena. Borrar de la faz de la tierra a una persona tan
inútil como Mitzi, que no sabía hacer otra cosa más que jactarse de sí misma e
insultar a otros. ¿Cómo no? Pensó por un instanto fugaz ín alzar el cuchillo.
Pero lo mantuvo en su mano, e hizo su
decisión.
-Puedes ser una ignorante y egoísta y puede
que me hayas herido innumerables veces, Mitzi –dijo el hada-. Pero aunque
tuviera la oportunidad, nunca te mataría –la otra empezó a gritar y a reír
tanto como antes, y Bloom, cansada y harta de toda aquella locura, le dio una
fuerte bofetada en el rostro, causando que callera al suelo; y pareció que
Mitzi recuperó la cordura.
Ella se paró y miró a su alrededor,
confundida. Pero al ver a la persona que envidiaba, la insultó y la acusó de
atacarla sin parar de hablar. No recordaba nada de lo ocurrido. Bloom suspiró y
dijo: -Te di una oportunidad, ahora no me hagas arrepentirme de mi decisión y
terminar lo que tú empezaste -lo que la dejó callada.
Se encontró con Macy y Michelle en el
comedor, que estaban limpiando la habitaión, pero ella ordenó todo con magia, y
pareció que nada había sido destrozado en aquel lugar. Pero Macy aún tenía unas
cuantas preguntas.
-¿Qué le pasó a la bruja y qué voy a decir
acerca de esto? –preguntó mientras le enseñaba al hada sus heridas.
-No sé qué le pasó a tu hermana, pero si
pasa de nuevo, sólo puedes darle una bofetada lo más fuerte que puedas y tal
vez vuelva a sus sentidos. Pero yo puedo curar las heridas.
Una vez que lo hizo, ella y Michelle
finalmente volvieron a casa. Pero Macy estaba tan asustada por lo que había
visto, que deseó no quedarse en su hogar, y fue también con ellas a la fiesta
de Navidad en la casa de Mike y Vanessa. Hubo muchos preguntas acerca de la
ausencia de Bloom, pero ninguna de las tres dijeron algo sobre el tema; sólo
disfrutaron la Navidad, y esperaron por la medianoche.
Ya sé que
el último párrafo no fue muy convincente, pero meh. Creo que hice un terrible trabajo con la música. Soy un asco. ¿Me
pueden decir con qué canción pudo haber quedado el encuentro entre Bloom y
Mitzi? También, el
poema:
Compraste
una estrella, en el cielo esta noche
Porque tu
vida es oscura, y necesitaba un poco de luz
La llamaste
como a mí, pero yo no te pertenezco
Porque tu nunca verás, que las estrellas son libres
Siguiente: "Faroles En El Cielo"!
2 comentarios:
O.O Increíble!!! Uahh fue muy emocionante, me encanta como escribes, le das realismo a cada capítulo, sigue así!! ;-)
Grax! :3
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